lunes, 14 de febrero de 2011

El mañana es hoy

Nos encontramos sumidos en una profunda crisis; una enfermedad pandémica del sistema para la cual aún no se ha encontrado Tamiflú posible; un mal que colma los mercados de incertidumbre, los hogares de nostalgia y las mentes de cada individuo de grandes dilemas. Pero como dice el refrán: “no hay mal que por bien no venga”. Debemos ser positivos y es que, como expresó ayer Álex de la Iglesia en su último discurso de la Gala de los Goya como director de la Academia de Cine, la palabra crisis, en griego, “significa cambio.”

Es probable que el primer niño afrochino de ascendencia sij nazca antes o después en algún lugar de la tierra. Quién sabe, quizás en la República Democrática de Microsoft, antaño conocido con el nombre de Timor Oriental. Una república con un sistema democrático de consejo de administración único basado en un comunismo de mercado. ¿Les suena de algo el Partido Comunista Chino?

Si el pan ya cuesta más que comprarte un móvil, es más que probable que en el futuro los niños no vengan con una barra de pan debajo del brazo, sino con un mini ordenador portátil subvencionado por el gobierno. De esta manera, el ejecutivo se aseguraría ser su primer amigo del Twitter, además de tenerlo controlado de por vida. Los cortes de la libertad y del anonimato a favor del control digital serán cada vez más evidentes.

Será el niño número 15.000 millones de la tierra y ante la escasez de materias primas y su consiguiente incremento de precio, sus padres quizás le den de comer potitos de medusa. Una mosca moribunda en la sopa pasará de ser un motivo de queja a un preciado detalle del chef. A principios de año la FAO celebró una conferencia para discutir como la entomofagia, comer insectos, podría contribuir a asegurar una política alimentaria a nivel mundial en los próximos años.

Es probable que a ese niño le calcen unas zapatillas con una dinamo incorporada capaz de generar energía con el movimiento de su cuerpo antes de haber pasado ni siquiera por el carricoche, y es que, al paso que vamos el vatio de luz costará más que un riñón en el mercado negro.

Bin Laden será la primera persona en tener más años que Matusalem y será considerado como un icono social al estilo Che Guevara por muchos musulmanes radicales. La religión mayoritaria practicada en Europa será el Islam y el islamismo más ortodoxo crecerá de manera exponencial en los países en vías de desarrollo. Ya se sabe, cuando nada tienes, la fe es lo único que queda. Ante la psicosis terrorista la gente dejará de viajar, al menos físicamente. Ante el espectacular desarrollo de la realidad virtual nacerá una nueva tipología turística denominada turismo astral.

El partido de los verdes se habrá hecho con el control de la asamblea del G-655. Al igual que las empresas o los países cada ciudadano tendrá un cupo de emisión de CO2. ¡Ay de aquel pobre que sufra de aerofagia! Su actual pacifismo se tornará beligerante ante la gravedad del problema medioambiental. Un nuevo motivo para la invasión de un país por parte de la comunidad internacional será el reiterado incumplimiento de las políticas medioambientales internacionales.

Para algunos lectores estas proyecciones podrán parecer una tomadura de pelo, al igual que a nuestros antepasados les podría sonar a chiste el saber que hoy en día comeríamos comida empaquetada, beberíamos agua con burbujas o funcionaríamos sin esclavos. Ni qué decir tiene lo que pensarían nuestros ancestros si supieran que la Tierra es redonda.

La gracia de todo esto radica en que en la actualidad esto es lo normal. Comemos comida cultivada en china, nuestra identidad real convive con nuestra vida digital y nos vamos a la playa de vacaciones para lucir nuestro bronceado. La realidad del siglo XXI no es ni mejor ni peor que la de antaño, simplemente es diferente. Al menos en la forma, porque en el fondo todo sigue igual. Unos pocos ejercen el control de manera más o menos tiránica sobre la mayoría y el pueblo, titular indiscutible del poder de facto, no se atreve a ejercerlo por miedo, o peor aún, por comodidad. Al menos hasta la fecha.


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